martes, 16 de agosto de 2011

TODOS SOMOS EL CAMPO


Ayer me lo encontré a GFP. Ustedes deben decir: “y quién es GFP”, claro, y lo bien que hacen…

No, vamos en serio, GFP es un laburante de clase media alta. Se mueve con garra y las cosas le van muy bien. Hace varios años que le van bien. De todas formas nunca su alegría es completa, siempre algún fantasma se le cruza a pesar que año tras año su auto nuevo indica que el fantasma cada vez le queda más lejos, pero bueno, es como su cabala, me parece, el pensar que algo está por explotar.

Par de años atrás recuerdo que lo que lo tenía absolutamente angustiado era la situación del campo en un país que tiene todo para alimentar al mundo y sin embargo no aprovecha la oportunidad única que le ofrece este contexto. “El odio del Gobierno al chacarero, su política de opresión impositiva dejándolo sin rentabilidad atenta contra la inversión y nos quita potencial”, exponía en los asados.

-“Al gringo hay que dejarlo producir, la gente de campo no se lleva la plata afuera, la reinvierte en el país, “compra departamentos y se mueve todo”, repetía como loro.

Eran tiempos de la 125, mucho enfrentamiento, bellas escarapelas y mates con aplicaciones en alpaca o plata lucían en el bajo Rosarino. Mucho cuentaganado y boina y poca venta de la clásica manzanita acaramelada de los domingos en el Monumento a la Bandera. No era el clásico visitante de domingo, era otro perfil, no comía manzanitas. Gente linda, muy patriota y más comprometida que nadie con el futuro de nuestro País. De esa que trabaja de sol a sol abriendo surco, dejando la vida en cada semilla inoculada, luchando sin cuartel contra toda chinche que se le ocurra atacar a su sojita, verde bálsamo orgásmico a la vista en cada atardecer.

Buenos tutús lucieron por esos días sobre los adoquines de la Chicago, poco Fito 600, cero Renoleta weekend, ni un ruidito a escape cónico de Juki 50.

En fin, ahí estuvo mi amigo GFP. Recuerdo que llegó del acto de reclamo, por aquella época organizado por la Mesa de Enlace, y pasó por casa. Estaba como en trance, venía de salvar la Nación o al menos de haber hecho su aporte a tal patriótica causa.

Entro en casa, tomamos unos mates, me contó más o menos lo que había sido la experiencia, discutimos un poquito dada mi posición contraria al tema y lo salí a despedir.

Terminamos con el clásico “y bueno ya se verá!” y al abrir la puerta para acompañarlo vi algo que me llamo la atención muchísimo en su Bora: “Todos somos el Campo” decía una calco que se mezclaba entre otras de Cardon, HSBC, Movistar y par de Restaurantes de Gorlero. Ni una de Flecha o de Topeka, se vé que estas marcas en el Este no pegaron…

Nunca lo entendí, no se lo pregunté para no provocar la discusión pero jamás me pude explicar por que poner esa leyenda cuando el tipo no tiene ni un terreno de 20 X 40.

Se tocaron esos temas en par de reuniones posteriores pero después casi de común acuerdo y sin decirlo, decidimos abandonar el asunto por que ya no daba para más.

Esta mañana resulta que me lo encontré, ofuscado andaba, no le gustó lo que pasó con las elecciones ayer, pero no era eso. Se notaba que alguna cosa más lo estaba perturbando.

Dio un par de vueltas, me habló de lo elocuente de los resultados, hasta que no se aguanto más y como leche hervida disparó: “Ahora en octubre la voto a Cristina y que me chupen un huevo”. Está enojadísimo, se siente traicionado, se siente gorreado, como dice el saber popular: “fue el último que se entero que lo estaban cagando”.

“No puede ser, la votaron todos!” me dijo. Y claro! ¿cómo no le voy entender la calentura?. Dos años que anda con la calco, que arruina reuniones familiares discutiendo del asunto, que se pelea por causas como que “Se va a terminar la leche, vamos a tener que importar carne de Uruguay o no les dejan vender el trigo”, de las que el no vive ni va a vivir probablemente nunca y ahora sus defendidos han salido en masa a apoyar al “enemigo”. Anda loco, y no es pa’ menos.

Hasta en Gualeguaychú señores ha robado la Presidente, no se si Alfredo no la votó inclusive. Se ganó en San Justo, en General Obligado, en plazas que jamás gana un peronista. Diecisiete de los diecinueve departamentos de mi provincia de Santa Fe, corazón del agro, apoyaron la gestión de Cristina, relegando inclusive al actual Gobernador con apetencias presidenciales. Se triunfo en Entre Rios y Córdoba, ni hablar del choreo en Buenos Aires. La Pampa, Santiago y Chaco. Todas la Provincias del país incluyendo increíblemente a la Capital Federal, distrito donde jamás el peronismo hace buena elección han dado su respaldo a la Presidente con la única excepción de San Luis que representa el 1.2 % del electorado nacional adonde el FPV salió segundo con casi 30 %.

Solo decir que Mario Llambias, el agrimensor Presidente de CRA y fundador de la otrora poderosa Mesa de Enlace, ahora candidato a primer diputado nacional por el ARI en provincia de Buenos Aires no llegó al 3 % de los votos ya es un dato más que elocuente del respaldo del sector rural a sus propios referentes.

-“Ahora que le cobren 80% de retenciones y que no se quejen” repetía GFP envenenado.

-“Calmate”, le dije.

-“No!, es que la votaron todos” me insistía.

-“Billetera mata galán, amigo” le argumenté. Te guste o no el país está mejor, la gente está mejor y lo que se logra - cuando uno después esta solito en el cuarto oscuro - la tendencia es que no se arriesgue. En línea con esto, y al saber de los fenomenales números del escrutinio en las zonas rurales a estos sectores tan mal no les debe estar yendo.

Puteó un par de veces más y salió. Lo acompañe hasta el auto y se ve que cuando vio la calco se embroncó, la arrancó y la tiró.

Me lo quedé mirando. Está embroncado, lo hicieron sentir un gilipollas, como dicen los gallegos.

Me mantuve observando como su auto partía y reflexionando que al final de la ruta estoy votando hoy junto al chacarero de la patria gringa. Que cosa rara es el destino en la politica.

Me sonreí para adentro, junte la calco del piso y ahora en mi nave junto a la verificación técnica vehicular del ´92 luce hermoso mi reconocimiento para mis nuevos amigos, eso sí, prolijamente aggiornado con un fibrón: “Todos somos, el campo también”.